(...) La política se escapa hacia el espacio de las fuerzas del mercado y de lo que llamo la 'política de la vida': el espacio de los individuos con alianzas tenues que tratan con esmero -pero con resultados prácticamente nulos- de encontrar soluciones privadas a los problemas públicos. Las instituciones políticas heredadas de los tiempos en que el poder y la política estaban al nivel del Estado-nación moderno se mantienen atadas a una localidad exactamente como antes, sin la posibilidad de resistir -y ni qué hablar de controlar- las presiones de lo poderes globales. De esta manera están imposibilitadas de desempeñar sus papeles tradicionales y los ceden a las fuerzas del mercado o las dejan abiertas a la iniciativa y a la responsabilidad individual. El resultado final es el sentimiento generalizado de que cada uno de nosotros está por las suyas, de que nada se gana uniendo las fuerzas y preocuparse por una buena sociedad es una pérdida de tiempo: es el debilitamiento de la solidaridad social con la consecuente fragilidad de los lazos humanos.
...comentó, en una entrevista, el amigo Zygmunt Bauman.
Estoy leyendo su último libro (Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos), y la verdad que está muy bueno.
Hace 5 años.
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