El museo del Louvre es una de las galerías de arte más importantes del planeta. Ostenta una colección increíble de pintura y escultura y recorrerlo entero tomaría una semana entera, o más. Entre los 35.000 objetos artísticos en exposición hay antigüedades egipcias, romanas, griegas, orientales, arte islámico, esculturas, artes decorativas, y -por supuesto- la colección de arte pictórico occidental más destacada del globo. Rembrandt, Rubens, Delacroix, Vam Dyck, Rafael, Poussin, David.
Y sin embargo, el único lugar en todo el museo -visitado por más de ocho millones de personas al año- en donde sufrimos amontonamiento, empujones, largas colas e interminables flashes fue la sala en donde está exhibida la Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci.
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Creímos que los franceses se la iban a bancar mejor. Que teniendo en exposición diez mil obras de arte capital ni les iba a hacer falta. Pero se ve que sí: ni bien entramos, notamos carteles por todos lados indicando -ya de entrada, ya sin más, cómo si no fuésemos a buscar otra cosa- dónde encontrar la Mona Lisa. Los cartelitos tenían una reproducción de la pintura y todo, como por si acaso.
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El danbrowninsmo ha hecho estragos acá también. La alta cultura pasada por el inevitable, inescapable, infalible filtro de la cultura pop. Esa cultura que tan bien se lleva con el capitalismo de libre mercado.
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Un guardia jovencito, simpático, custodiaba la sala en donde estaba la obra en cuestión. Estaba prohibido sacar fotos, pero qué mas: flashes de todas las nacionalidades estallaban sin cesar, rebotando contra el vidrio que protegía a la célebre pinturita. Me acerqué al muchacho y le pregunté qué tanto había cambiado la sala desde el libro -y la película- El Código Da Vinci:
- Ahora es mucho peor, la verdad. Y eso que hoy es un día tranquilo -destacó-. Hay días en los que realmente uno no puede entrar a la sala.
- ¿Y no le prestan atención al resto de los cuadros, incluso dentro de esta misma sala?
Miré a mi alrededor: había obras de Rafael, de Delacroix. Digamos que no hacía falta ser un experto, ni mucho menos, para que los trabajos destacaran por sí mismos, que dieran ganas de pararse dos minutos a observarlos.
- La verdad que no mucho. Vienen, le sacan la foto a éste, y se van. La Mona Lisa ya era una obra popular pero después del libro...
Revoleó los ojos. Lo saludé y lo dejé custodiando la obra del momento.
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Escribía Martín Caparrós: "El turismo de masas -gran invento de la segunda mitad del siglo XX- es un problema. Por supuesto, ningún espíritu democrático negaría que está bien que muchos accedan a todo lo posible; la contradicción es que la cantidad arruina a aquello a lo que acceden."
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Mientras publico estas líneas, oigo que el flamante presidente electo Nicolas Sarkozy -en una línea sorprendentemente progre- ha propuesto que los museos franceses sean gratuitos. El mandatario sostiene que las exposiciones rebalsan de turistas extranjeros, y que su objetivo es que los propios franceces -poco interesados por los museos locales- comiencen a concurrir a ellos.
Hace 5 años.
7 comentarios:
Me disculpo por lo bestia, pero si algo me importa un bledo es "ver" a la Gioconda de la cual ya tuve diez mil vistas mediadas. Me gustó su cartelito indicador y a la vez me deprimió bastante: está al mismo nivel que "salida de emergencia", "baños" o "buffet". Saludos.
Lo que sucede, mi estimado, es que no siempre da lo mismo. Y esa es, entre otras, la idea de los museos.
Yo tenía una idea similar sobre cierto arte que chocó con mi experiencia una vez allí. Ver "El 3 de Mayo de 1808 en Madrid" de Goya en el Museo del Prado no fue lo mismo que verlo en la tapa de una edición local de Operación Masacre; tener enfrente a "La primera comunión", de Picasso en el Museu Picasso no me resultó igual a verlo en un libro de texto. Insisto, son impresiones: no soy un connaiseur ni mucho menos; pero aún en este plano aficionado, la experiencia del vivo fue absolutamente distinta, superadora.
En el caso de la Gioconda operaron dos cosas. Por un lado, lo que vos decís: ya la tenía de vista de todos lados, desde el cuadro remixado en la tapa del best-seller de la década hasta en un frasco de mermelada. Digamos que está medio "quemada" a esta altura. Pero por el otro, el hecho de haber llegado al museo esperando la falta de mediación, el "vivo" del que hablé más arriba, y encontrarse con dos guardias, una cinta separadora y un vidrio de medio metro de grosor... Y encima el inexplicable amontonamiento para ver una obra en un museo.
Igual no perdimos mucho tiempo y rápidamente huimos a otras salas. Saludos.
Se te escapó un "alta cultura" por ahí me parece =P
no tengo mucho que opinar, solo que para el mundo como lo es en Mexico la "Gioconda" es una obra muy conocida y de gran relevancia internacional. Quienes investigamos sobre ella y estudiamos damos tan solo una opinion.
que bueno que el presidente exhorte a sus cuidadanos a interesarse por su cultura, ojala muchos en el mundo pensaran en algo semenjante.
Lo malo del Louvre es que está siempre lleno y sobre todo la sala donde está la Gioconda.
Pero si está lleno es por algo, no?
Por cierto, que no pega mucho en la misma sala un cuadro tan enorme como Las Bodas de Caná con uno tan pequeñito como La Gioconda
Por cierto, enhorabuena por el blog!
¡Muchas gracias!
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