Profit Motive and the Whispering Wind
de John Gianvito
EEUU, 2007
58'
Antes del fenómeno Michael Moore, el tipo de documental que todos conocíamos era el expositivo: un texto leído en off en donde una voz narraba una Verdad y utilizaba las imágenes a modo de explicación de aquello que contaba. Lo que Moore -Lanata, Tognetti, en fin, cierto progresismo denuncista- llevó al mainstream fue el documental de intervención: el periodista-justiciero, las preguntas incómodas al poder, el realizador delante de la cámara.
Pero existe un tercer tipo de documental, más bien descriptivo, en donde las imágenes son las que hablan. Su menor alcance en términos de masividad se explica -en parte- porque exige cierto trabajo del espectador: las cosas no están masticadas. ¿Qué tipo de obra suele crear un documentalista de izquierda? La primera o la segunda; la contrainformación narrada o la verdad expuesta. Ahora bien, ¿qué sucede cuando se elige el camino menos sencillo -el documental descriptivo- a partir de decisiones formales que son igual de arriesgadas?
Profit Motive and the Whispering Wind está basada en el popular libro de Howard Zinn "A People's History of the United States" (traducido como "La Otra Historia de los EEUU", una monumental obra que recorre la historia norteamericana poniendo el foco en los actores menos reconocidos por la historia oficial) y su mayor acierto radica en que no solo su contenido es revolucionario, sino también su forma.
Durante casi una hora, Gianvito nos acerca a los cementerios en donde yacen algunos de los principales actores de la izquierda norteamericana y rescata todos los datos que nos puedan dar sus imágenes y sonidos -el lugar donde hoy yacen, el tipo de placas que ostentan, sus epitafios, las intervenciones que otros hicieron sobre las tumbas. Esta apuesta por una vanguardia a la vez política y estética (rara combinación en estos días) termina haciendo de Profit making... una suerte de "poema fúnebre" o de "memorial cinematográfico", como comenta Iván Ambruñeiras.
La clave está en cuestionar el lugar del espectador. En la charla con el realizador que se dio a continuación, Gianvito explicó la topología que había armado un director amigo. Según esta clasificación, el cine clásico tendría una suerte de "fascismo de la forma", al llevar al público de las pestañas, llenándolo de explicaciones e indicándole en cada momento hacia dónde mirar; mientras que, por otra parte, el mejor cine político presentaría otros espacios hacia donde fugar la mirada, otros ritmos, de manera tal que el espectador pueda estar meditando durante el film, una suerte de forma democrática, una "democracia del ojo".
Pero a esta especie de documental político avant-garde le faltaba algo más. Las tumbas y los árboles armaban una dialéctica interesante, pero ¿dónde entraba el capitalismo en todo esto? ¿Cómo representarlo? "Quería buscar figuras y gestos que describieran la escencia del comercio y rompieran el hechizo de trance de la película". Y ahí están animaciones de la búsqueda del oro o la compra-venta de acciones: el profit making. Y ahí están, escondidos detrás de los árboles, los logos de las grandes multinacionales.
Gianvito explicó: "Antes creía que el capitalismo era la fuente de todos los males. Hoy ya no. Quiero decir, ¡el capitalismo todavía rankea alto! Pero los mayores males creo que han pasado a ser la complacencia y el cinismo". Contra eso apuntan los últimos -fascinantes, estimulantes- cinco minutos, que redondean esta "devolución poética" del libro de Zinn, que aprovecho para recomendar ampliamente.
8 billies
Próxima función:
Sábado 12 - 15.30 (Hoyts)
Hace 5 años.
3 comentarios:
A mí me gustó la comparación -quizás algo obvia, y que quizás no es la primera vez que se escucha, pero estaba contestando la pregunta de un pibe de... ¿16, 17? años- entre cine y gastronomía. Él estaba acostumbrado a comer comida chatarra y la primera vez que le dieron de probar una más elaborada, compleja, sutil, dijo: "qué porquería". Pero con el tiempo le empezó a tomar el gusto y, pese a que se había propuesto no abandonar la otra, ésa dejó de gustarle. Lo mismo puede pasar con un consumo cultural. Es cuestión de exigir un poco al gusto, y "lo que la gente quiere ver" pasará a parecer una cagada. Es que no es que lo quieran ver, es que se lo imponen, y así les van formando -o atrofiando- el gusto.
Basta, basta de hablar de lo que no es clase B o independiente o de autor como si fuera una mierda. Por que es tan difícil pensar en el cine como entretenimiento? A uno le gusta cierto estilo de cine, a otra gente le gusta otro. Y lo ve porque lo quiere ver, no porque se lo impongan, no son zombies sin cerebro.
No termino de entender porque se pone al cine en un lugar que no le corresponde. Donde está escrito que una película tiene que tener algún tipo de contenido y no tener efectos especiales para empezar a ser considerada como buena? Donde está escrito que una película con chistes escatológicos pasa a ser una cagada? Según quien? Por que no puedo disfrutar tanto Good Bye Lenin o Juno como Virgen a los 40 sin que me digan que tengo el gusto atrofiado? No es cuestión de exigir el gusto, es cuestión de buscar lo que uno quiere ver, y que te chupe 3 huevos lo que quieren ver los demás.
Lucas exiliado
Por que es tan difícil pensar en el cine como entretenimiento? A uno le gusta cierto estilo de cine, a otra gente le gusta otro. Y lo ve porque lo quiere ver, no porque se lo impongan
Esta discusión es más vieja que la injusticia, y ya la hemos charlado en otras oportunidades en este blog.
Al respecto me parece oportuno quiero señalar que:
(a) el "gusto" no viene dado, incluso puede deconstruirse en cada caso: Bourdieu trabajó muchísimo sobre eso. Y para que no veas que estoy parado en un lugar de elite cultural dejame que te deconstruya mi propia condición: si tuve la suerte de acceder a una educación fuertemente letrada, bilingüe, con acceso a los textos de la crítica que es algo así como una producción secundaria que cumple entre otros roles el de ayudar a ver, y me muevo (al menos parcialmente) en un círculo de amistades en donde la distinción está puesta no en el placer de la repetición (que podría ser el punto fuerte de los géneros clásicos) sino en los quiebres y en la sorpresa... es más probable que me sienta inclinado a ver cierto tipo de cine y no otro. No es que no me vea viendo "Brigada Explosiva 3" porque sea más capo que el resto o un iluminado.
(b) Debería existir una oferta más amplia de la que ya existe. Y no me refiero únicamente a films con temáticas abrasivas o de interés especial: digo, en vez de ver la 500° película yanqui sobre el asesino a sueldo, quizás se pueda ver una comedia sueca, o una película de suspenso uruguaya. ¿Es mucho pedir? ¿Sería menos accesible una cosa que la otra? En Argentina en los últimos años se han estrenado películas de terror japonesas y a los seis meses... ¡su REMAKE YANQUI! ¿Hace falta que veamos dos veces la misma película en lugar de poder ver algo distinto?
Es simplemente poder garantizar una buena oferta. Si esta oferta efectivamente existiera (y no que tres salas por cine den Shrek 4 mientras que la comedia francesa tenés que ir a buscarla al Tita Merello en dos horarios), ahí sí podríamos hablar de "libertad" del espectador para "elegir" entre una oferta aceptable de películas -con los condicionamientos culturales detallados en el punto (a).
(c) Goodbye Lenin y Juno me parecieron grandes películas, ¿alguien lo negó? La pregunta no es Por que es tan difícil pensar en el cine como entretenimiento? sino más bien ¿Por qué es tan difícil poder ver históricamente, más allá, y poder entender que el cine NO ES por definición UNA SOLA COSA (entretenimiento, información, cuestionamiento o reflexión) sino que puede ser todas ellas?
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