Bush y el riesgo de no tener interlocutores
por Mario Diament
El mundo tuvo una inesperada ventana de acceso al pensamiento íntimo de George W. Bush, el lunes último, durante la reunión del G8 en San Petersburgo.
Ignorante de la presencia de un micrófono abierto, Bush se dirigió a Tony Blair en su mejor estilo de confraternización tejana y al tiempo que masticaba un canapé con la boca abierta, le hizo esta cándida reflexión sobre la manera de resolver el conflicto en Medio Oriente: "Lo que ellos necesitan hacer es convencer a Siria de que Hezbollah pare con esta mierda y todo habrá terminado".
Más que revelar a un Bush de entrecasa, el episodio expuso con la literalidad de una radiografía la inquietante simpleza con la que la administración norteamericana aborda una crisis de la magnitud de la del Líbano.
¿Quiénes son ellos? La mayoría de los analistas coincide en que fue una referencia a los rusos, de modo que lo que Bush le estaba diciendo a Blair era que los rusos necesitaban hablar con los sirios para que éstos a su vez intercedieran ante Hezbollah para que parasen todo el asunto.
¿No se advierte algo perturbador en este intercambio? El líder de la mayor potencia mundial le dice a su principal aliado político y militar que para hablar con Hezbollah es preciso pasar por los sirios y para hablar con los sirios es preciso pasar por los rusos.
¿No tienen los Estados Unidos canales más directos para discutir una crisis? La respuesta es que no, no los tienen, y ésta es una de las más peligrosas innovaciones que ha traído a Washington el gobierno de Bush. Su política exterior, valga el eufemismo, se ha caracterizado por romper puentes en lugar de tenderlos, en una muestra de ostracismo diplomático con muy pocos antecedentes. [sigue]
Hace 5 años.
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