Desde el primer día dijimos que Panamá sería, junto a Arabia Saudita, una de las dos cenicientas de esta Copa del Mundo. Hablamos de equipos que están a años luz del fútbol de élite y que llegaban a Rusia con la idea de hacer, si acaso, un papel decoroso. El fenómeno nunca estuvo más claro que al término del primer tiempo en la tarde de Nizhni Nóvgorod, cuando las pantallas LED del estadio indicaban Panamá 0 - Inglaterra 5.
"Bolillo" Gómez, el técnico que llevó al conjunto centroamericano a un Mundial por primera vez en su historia, metió mano en el banco e hizo ingresar al histórico Felipe Baloy, de 37 años, quien a la postre sería el encargado de meter el hasta ahora único gol de Panamá en mundiales (Harry Kane, por su parte, clavó hat-trick y ya suma cinco goles). El tanto panameño llegó a los 33 del segundo tiempo y fue el 1-6, el del honor, pero en las gradas se celebró como si hubiera sido el tanto de la victoria. Por un lado, ternura infinita para un equipo que vino al Mundial "a aprender", como lo definió el DT ("nos podrían haber hecho diez", admitió una vez finalizado el encuentro). Por el otro, lo que venimos señalando en este espacio desde hace casi una década: las más que generosas 3,5 plazas de la Concacaf —¿armado para asegurar la clasificación de las siempre redituables selecciones de Mexico y Estados Unidos?— terminan falicitando la llegada a la máxima cita de equipos que claramente no están a la altura. Así fue Panamá este año y así fue Honduras en los Mundiales de 2010 (dos derrotas y un empate; ni un solo gol a favor en todo el torneo) y 2014 (tres derrotas, ocho goles en contra). Basta, chicos.
Más cantado que "Despacito": consumada la eliminación de Panamá y de Túnez, el grupo G ya está resuelto. Solo queda por definir, en la última fecha, quién queda como cabeza de grupo. Lo insólito del asunto es que, luego de los resultados de hoy, Inglaterra y Bélgica están empatados en diferencia de gol y hasta en goles a favor, por lo que en caso de empate terminará prevaleciendo el fair play. Y como la llave de octavos y de cuartos parece más facil para quien salga segundo, un portal sugirió a ambos equipos cagarse a patadas, a ver quien suma más tarjetas amarillas, para evitar cruzarse en cuartos con Brasil o Alemania (si pasan). Hay una sola cosa más fascinante que estos cálculos complejos, y es que en la Copa del Mundo una sola jugada alcanza para barrer con todo este tipo de especulaciones.
En el segundo turno, Japón y Senegal entregaron uno de los partidos más entretenidos de este Mundial. Los asiáticos, que venían de imponerse ante Colombia en uno de los partidos más atípicos de Rusia 2018, iban en busca de una victoria que sellara su pasaporte a octavos: claro que enfrente tenían al Senegal de Aliou Cissé, que está en su mejor momento desde aquella memorable participación en el Mundial 2002 y que también había sumado de a tres tras imponerse ante Polonia. Senegal pasó al frente dos veces. La primera, con un tanto oportunista de Sadio Mané tras una seguidilla de errores defensivos de Japón. La segunda, gracias a la inteligencia del joven de 19 años Moussa Wagué, que apareció en el segundo palo tras un centro cruzado y definió con clase para su primer gol con la camiseta de los Leones de la Teranga. Pero Japón empató cada vez (primero con un golazo de Takashi Inui, que le dio con efecto desde el costado izquierdo y la clavó al lado del segundo palo; y luego, a doce del final, con un gol de fútbol 5 de Keisuke Honda tras una salida en falso del arquero de Senegal). La selección nipona incluso pudo haberse pasado al frente en el marcador de no ser por la rusticidad de Yuya Osako, que en la segunda parte pifió un gol hecho debajo de los tres palos, y de la mala fortuna de Inui, que reventó un disparo en travesaño. Fue un empate que tuvo sabor a victoria para los japoneses, quienes en la última fecha enfrentan a un rival eliminado y que hoy cuentan con más chances que ningún otro equipo del grupo para pasar a la segunda ronda.
En el cierre de la jornada, duelo de perdedores de la primera fecha. Colombia enfrentaba a Polonia con ganas de tomarse revancha por ese mal comienzo con el 1-2 frente a Japón. Se sabía que el equipo de James Rodríguez y compañía tenía mucho más para ofrecer que lo que se vio en los primeros 90 minutos, y su hambre de gol quedó en claro desde los primeros minutos del encuentro en Kazán. Un gol de Yerry Mina, otro de Radamel Falcao —el que esperó toda su vida para marcar luego de haberse quedado fuera de Brasil 2014 por una lesión— y el último de Juan Guillermo Cuadrado sentenciaron un encuentro que tuvo sólo un equipo en cancha. Ahora se juega la clasificación frente a Senegal en lo que promete ser un partidazo.
Lo de Polonia es inenarrable. Perdió en el debut con Senegal tras dos horrores defensivos, una vulnerabilidad que volvió a mostrar en el partido de hoy mientras sufrían la ausencia de Kamil Glik (estandarte de la defensa, venía de una lesión y recién ingresó en el segundo tiempo). Pero lo peor de todo es que jamás mostró algún tipo de poderío ofensivo real. La pelota nunca le llegó al pie a Robert Lewandowski, que se vio obligado a bajar hasta la mitad de la cancha para acercarse al juego. Los polacos nunca metieron más de tres pases seguidos y mostraron un nivel bajísimo para un equipo que llegaba como cabeza de serie (ya explicamos cómo pudo suceder algo así) y con una chance inmejorable de meterse en octavos por primera vez desde 1986. Por el contrario, su falta de ambición y su pobrísimo juego resultaron en su temprana eliminación, una de las mayores decepciones de la Copa del Mundo. Lo que estará pensando Grzegorz Lato.
Ya pasaron 32 de los 64 partidos del Mundial. Como dijo Jon Bon Jovi: woah, we're half way there.
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