Que las calles estén cortadas y que haya barreras para circular va a contramano del imperativo cultural actual. Que los pobres se instalen en rutas y autopistas impone la necesidad de ejercer un lugar de poder sobre la gente indeseada. El foco mediático es siempre el problema que causan a las clases medias y altas: los pobres son despreciables, son desvalorizados, descalificados..., son el estigma de aquello que reafirma que lo valorado es tener dinero.
Sobre los cartoneros, me impresiona que lo que llevan para cargar cartones sea un carrito de supermercado, nada menos que el emblema de la sociedad de consumo. Clases medias y medias bajas sienten el placer de llenar el chango. Con la crisis se dificultó, y ahora lo llenan de cartones. Es la decadencia de la sociedad de consumo, que tiene dos caras: los que consumen y los que miran.
El piquetero, visto a través de su imagen televisiva, es el más estereotipado, con la cara tapada con una media, con un palo, violento, no por una regla de defensa y organización, sino porque es violento en sí. El cartonero no es tan vapuleado: está naturalizado en los medios. Lo convirtieron en algo natural del paisaje urbano, no causa asombro ni produce indignación. El medio lo refleja como si fuera un trabajo más: focalizando en sus derechos, promoviendo su organización, pero nunca se abre una discusión esencial: si en una sociedad digna debería existir gente que viva como cartoneros.
(Ana Wortman, socióloga)
Hace 4 años.
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