Argentina y cine independiente II domingo, 23 de julio de 2006



La primera tensión que se da en las políticas culturales es la de educación, arte y cultura. Si en una campaña le preguntás a los políticos cuál es su política cultural responden con la política educativa, y si le preguntás sobre la política educativa te responden sobre el presupuesto educativo. Es difícil que un político hable de la política cultural. La cultura se ve como algo superfluo, como algo que "si se puede, si tenemos tiempo, si llega el presupuesto, lo hacemos", salvo que estemos en la Capital Federal, que por su composición demográfica, sus competencias educativas y por su nivel económico, la cultura y la política cultural forman parte de la canasta familiar incluso en las políticas electorales.
La tensión entre cultura y arte está muy vinculada a la tensión entre vanguardia artística, vanguardia cultural y vanguardia política. (El arte es restrictivo, la cultura es amplia.)
El problema de una política cultural es que no la pueden hacer las vanguardias artísticas porque una vanguardia artística tiene como estrategia dividir al público, producir el disenso y no el consenso. Estaría entre dos extremos: la vanguardia política quiere producir el consenso, quiere construir tras de sí una masa importante de gente que lo apoye, y la vanguardia artística quiere producir el disenso, quiere romper el público, agredirlo. En el medio podríamos decir que aparece una suerte de vanguardia cultural que es aquel sujeto social que trata de preservar los aportes de la cultura en forma pluralista. No es sectaria como la vanguardia artística, ni indiferente con respecto a la cultura como la vanguardia política.

Es curioso que el Estado proteja la vanguardia artística porque esta suele ser anarquista, y su relación con el estado es traumática. En realidad lo que pasa a veces es que en la medida que la vanguardia artística entra en crisis desaparece su público, y el Estado se encarga de preservar la existencia de ese público.
Es curioso porque el artista de vanguardia históricamente era un gerenciador de todo ese funcionamiento, pero lo que pasa es que en otra época dependía más de su público y ahora depende de otro tipo de gerenciamiento porque perdió su público, que era el más politizado, el que sostenía las revistas culturales, de poesía, etc, al perder su público busca nuevos financiamientos que son el Estado y la empresa.

Esto que sostenía Carlos Mangone en un teórico de Comunicación II nos permite pensar un poco los festivales de cine independiente que organiza todos los años el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Su última parte, además, permite pensar el hecho de que en los últimos dos años este festival haya tomado como lugar de exhibición privilegiado el shopping Abasto de Buenos Aires, dejando afuera del circuito a reductos históricos del cine independiente como son el Arteplex (ex Savoy) o el cine Cosmos (hoy en venta, ver la nota que apareció ayer en Clarin).

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